Todo

Estás siempre alrededor.
Eres el compañero discreto,
el amigo incondicional,
la presencia segura.
Eres el alivio inesperado,
la llamada imprevista,
el cariño sincero.
Eres la palabra constante,
la mirada profunda,
el abrazo que sana.
Eres mi todo.
Y nada.
Nada me puede separar de ti.
Mira que a veces, sin quererlo, me alejo.
Pero tú eres más fuerte que mis miedos.
Me esperas al llegar a un nuevo puerto.
Eres la calma tras la tormenta,
la risa bajo las lágrimas,
peregrino sorprendente,
que apareces, a mi lado,
cuando menos te esperaba.
A este lado de mis dudas,
de los peligros, de las nostalgias.
Te me has vuelto Palabra hasta en silencio.
Y no puedo dejar de pronunciarte.

(José María R. Olaizola, SJ)