Resucitado
Adivinar la vida
en sus huellas.
Descubrir su mirada
en otros rostros.
Intuir la fuerza
que ha vencido a la muerte,
que acalla el mal,
y enjuga el llanto.
Creer que el sepulcro está vacío
y el mundo lleno
de espíritu, de canto.
Sentir que se empapa la historia
con agua de esperanza.
Saber que su amor es posible.
Comprender que hay respuesta
para tantas preguntas.
La pasión de Dios
ha derribado los muros del odio,
ha plantado una semilla inmortal
que crece,
impregnando el mundo
de justicia y verdad,
reconciliación
y júbilo.
Aunque aún nos cueste verlo.
(José María R. Olaizola, sj)