Magdalena escucha su nombre
«Sólo cuando escucha su propio nombre en boca de Jesús, «María» entra dentro de sí misma y puede reconocerse y reconocerle. Al llamarla por su nombre Jesús le señala el camino hacia sí misma y la saca de su tristeza. Es amada en la totalidad de su vida, todo es acogido en este amor, todo encuentra su sitio.
María se vuelve y su mirada está liberada ahora de lo que creía saber sobre él. Reconoce a Jesús vivo, experimenta la alegría de saber que él la ama de manera irrepetible y que nadie podrá ocupar su lugar en su corazón.
El encuentro con Jesús fue para ella el punto de inflexión en el que su vida empezó por primera vez a pertenecerle, en el que pudo reencontrarse a sí misma. Para ella fue el punto desde el que llegó el orden a su vida, en el que consiguió firmeza y seguridad, en el que se cerró el abismo que se abría bajo sus pies, encontrando en él algo así como un ancla para su existencia…
Si de María, la madre de Jesús podemos decir que sólo vivió para él, de María Magdalena tendríamos que decir que sólo vivió por él… Lo que ella podía ser lo fue sólo por Jesús. De otros se dicen que lo dejaron todo para unirse a Jesús; María no tenía nada que pudiera dejar sólo podía ganarlo todo. Ella no le siguió como otros, sólo sabía que él era el único lugar del mundo en el que ella podía vivir y en el que podía abandonarse a la vida.»
(J.E. Drewerman)