Lamento de Salomé

Pedí al rey la cabeza de un hombre. Pesa sobre mí su muerte. Porque era un estorbo. Porque incordiaba. Porque con sus denuncias incomodaba a mi madre. Pero sé que era un hombre bueno. Bailé, seduje, aproveché mi belleza para destruir en lugar de construir. Y ahora, cuando miro atrás, cuando veo, con perspectiva, la huella que cada uno dejamos, solo puedo decir «lo siento». Siento la violencia. Lamento el engaño. Me arrepiento del mal que ya no tiene vuelta atrás.
Dicen que el primo del Bautista, ese Jesús que anda por los caminos, predica la misericordia, el perdón y que a nadie deja en la estacada. Quizá también hay esperanza para mí. Quizás también yo puedo salir a su encuentro, y me hablará con palabras de sanación. Por eso, con el corazón inquieto y con sed de perdón, me echo al camino, a buscarle.

(Rezandovoy)