Jesús dijo al gentío: «¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: ‘Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado’.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Tiene un demonio’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores’.
Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
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Y así seguimos, hoy. Los quejicas de entonces se han vuelto hoy blogueros, tuiteros, voces rácanas que solo buscan la interpretación que hiera. Golpean con su lengua a cualquiera que no piense igual. Hoy los insultos son otros, pero son insultos. Siempre buscan las malas noticias, para convertirlas en motivo de júbilo, mientras palmeros les jalean. Seguirían llamando hoy a Jesús borracho y comilón, y lo volverían a crucificar si no se pliega a sus obsesiones. Menos mal que Dios no es como ellos piensan, y que la sabiduría se ha acreditado por sus obras.
(Rezandovoy)