Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.
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En tu abismo, quiero lanzarme y quiero habitar.
En tu abismo, me dejo abrazar y contener.
En tu abismo, todo mi ser se llena de vida vaciándome.
En tu abismo, Vos mismo te fuiste descubriendo
sentado a la derecha del último,
para desde allí volver a recrear,
para volver a recrearnos.
Todo esta? cumplido
en el abandono, la entrega y la confianza.
Donde la Palabra se llena de silencios
para parir libertades.
Libertades que nos nombran, que nos hacen ser.
Tu abismo es el Camino, es la puerta estrecha.
Tu abismo es el amanecer
que hace nuevas todas las cosas
y a nosotros también.
(Marcos Alemán)