Mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar’.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.
«silencio de amor» © Permisos pedidos a Jesed Ministerio de música
«Amazing Grace» © Autorización de San Pablo Multimedia
Así voy de fuerzas.
De hambre y sed, variable.
Unas manos débiles.
Poca intemperie.
Buena memoria.
Mucha esperanza.
La espalda, resiste.
De deseos, bien.
La fe, como las olas.
Ante el mundo, distraído.
O ciego.
Las palabras, bailando
con el silencio.
Bastantes nombres
que son hogar.
Humor variable.
Convicciones firmes.
¿Confianza? No sobra.
¿Determinación? No falta.
Tu Voz, urgencia.
Tu Pan, sustento.
Tu Espíritu, música.
Estas son mis armas.
A tu lado, la batalla.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)