Jesús se apareció a sus discípulos, y después de comer con ellos, dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Él le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”.
«Misterios del Rosario Schoenstatt» © Autorización de Coro Alegría
¿Quién podrá apartarnos
de «la vida verdadera»? [EE 139]
¿Será mi ambigüedad
que quiere gobernarme
desde las hambres oscuras
de mi yo clandestino?
¿Será el quebranto
que rompe de repente
mi salud y mi proyecto
contagiando incertidumbre?
¿Será la seducción
que brilla como ángel
en el Olimpo estelar
de los famosos?
¿Será el rumor
que sentencia y descalifica
la audacia del amor
liberado de las modas?
¿Será el poder
que no ha previsto en sus leyes
la novedad de Dios
que sorprende los programas?
Nada nos apartará
del Amor que se regala! [Rom 8, 35]
(Benjamín González Buelta, sj)