Jesús estaba un día rodeado de mucha gente, a la orilla del lago. Se acercó hasta él un hombre que era el jefe de la sinagoga, es decir, un hombre importante. Se llamaba Jairo. Venía muy triste, y en cuanto vio a Jesús se acercó a él y le dijo: “Mi hija está muy enferma. Ven y cúrala, Jesús”. Jesús se fue con él. Pero en ese momento llegaron algunos y les dijeron que ya era tarde. La niña había muerto, dijeron. Pobre Jairo, le caían unos lagrimones tremendos, y no podía ni hablar. Pero Jesús le dijo: “Tú no te preocupes. Basta que tengas fe”. Aunque mucha gente quería ir con ellos, Jesús se marchó solo con Jairo y con sus amigos más cercanos: Pedro, Santiago y Juan, a la casa de Jairo. Al llegar, había mucha gente dentro llorando, todos muy tristes. Jesús hizo que salieran de la habitación donde estaba la niña. Se quedó solo con sus amigos y con los padres de la cría. Y les dijo: “No está muerta. Está dormida”. Ellos no sabían qué pensar. Le miraban como si estuviera mal de la cabeza. Pero también con confianza. Entonces él se acercó a la niña y le dijo: Talita qum”, que significa “Levántate, niña”. Y ella, entonces, se levantó y echó a andar. Todos estaban sorprendidos. Los padres la abrazaban y no podían parar de reír y llorar al mismo tiempo.
Soñar un mundo nuevo,
levantar la esperanza de todo un pueblo.
Talita qum, levántate, despierta y anda…
Andar por tus senderos
haciendo de la tierra un nuevo cielo.
Talita qum…
A los que viven tristes y abatidos...
A los egoístas...
A los que se sienten muy solos...
A los que se burlan de los demás...
A los que pierden la fe...
A los que les falta alegría...
A los presumidos...
...Talita qum.