Jesús utilizaba imágenes de las cosas que pasaban alrededor para explicarles a los discípulos cómo era el reino de Dios. Como muchos de ellos eran agricultores, les hablaba con ideas del campo. Un día les dijo: El Reino de Dios es como un hombre que va echando semilla en la tierra. Él duerme por la noche y se levanta por la mañana. Pero mientras él duerme la semilla sigue creciendo. La tierra va produciendo la cosecha: primero el tallo, luego la espiga y luego el grano. Y ya cuando el grano está a punto se mete la hoz porque ha llegado la siega. También les ponía el ejemplo del grano de mostaza. Porque el grano de mostaza es muy pequeño, una bolita minúscula. Pero el árbol que da es muy grande. Por eso les decía que el reino de Dios es así. Empieza como una semilla pequeñita, y luego crece y se convierte en un árbol grande y con ramas en las que se pueden cobijar los pájaros. Y así les hablaba con muchas imágenes. Esas imágenes se llaman parábolas.
Salió a sembrar por los bancales con sus semillas,
que maravilla.
Todas iguales, todas iguales todas iguales, todas iguales. Una cayó en el camino y la pisaron los vecinos. Otra cayó entre las piedras y se aburrió mucho de ellas. Otra cerca de un sendero y se hundió en un agujero. Otra cayó en el río y tembló con tanto frío. O se las llevó la brisa y se murieron de risa. Otra voló con el viento y no fue nunca alimento. Otra cayó en tierra buena, pero buena, buena, buena. Y creció y se hizo muy grande. Muy frondosa, muy coqueta y dió frutos y dio flores de mil formas y colores, y alimentó a todo el mundo y alegró los corazones.