Los discípulos estaban muy confundidos. Resulta que no todos entendían esto de la Resurrección de Jesús. Unos lo habían visto por el camino. Otros contaban que se les había aparecido. Pero otros no lo habían visto, y no sabían qué pensar. Un día estaban hablando de todo esto, cuando volvió a aparecer Jesús en medio de ellos. Pero, entendedme, cuando Jesús se aparecía ahora era ya un poco distinto a cuando estaba vivo. Por eso no siempre lo reconocían. Así que algunos se asustaron, o pensaban que era un fantasma. Jesús se rió, con cariño, y les dijo: “Qué bobos sois, no tengáis miedo. Mirad mis manos y mis pies. Soy yo en persona”. Y al decir esto les enseñaba las manos. Ellos miraban, pero aun así, no sabían qué hacer. Entonces les dijo. “A ver, ¿tenéis algo de comer?” Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Y él se puso a comer. Entonces sí que lo reconocieron. Porque habían comido juntos tantas veces, en los caminos… Jesús les fue explicando las escrituras, que lo que había pasado era lo que contaban los libros antiguos. Les decía que ya estaba escrito desde antiguo que el Mesías tenía que resucitar al tercer día. Y les hizo un encargo: que anunciasen a todo el mundo esta buena noticia.
«Cómo te podré pagar. » © Difusión libre cortesía de Brotes de Olivo
Gracias Jesús por estar en mí.
Y recordarme que me quieres.
Gracias por querer que sea tu testigo.
Y les hable a otros de ti.
Cuando no sepa qué decir,
cuando esté triste o cansado,
cuando viva ilusionado y contento,
siempre me acordaré de ti
y te diré: «Aquí estoy, cuenta conmigo».
¡Qué bello es anunciar sobre los montes tu palabra! Gritar entre las gentes que es posible tu evangelio. Ser carta de Dios que escriba cada día que todos hemos de ser tu gran familia. Envíame, envíame, tu paz y tu alegría. Envíame, envíame, tu impulso y tu esperanza. Que siembre tu semilla en medio del dolor y la violencia que deshace las sonrisas. Hoy siento que mi amor no ha de quedarse sólo en mi. Siento que, de no darse, se pudriría en mis entrañas. Hoy quiero cantar, gritar en cielo y tierra que siento en mi pobreza una gran fuerza.