Lc 19, 28-40
Jesús iba a Jerusalén. Al llegar a un sitio de las afueras, dijo a dos de los discípulos: «Adelantaos y entrad en ese pueblo que está ahí enfrente. Encontraréis un asno atado, traedlo y si os preguntan decid que es para mí». Lo hicieron así. Cuando trajeron el asno, Jesús se montó en él, y entró por fin en Jerusalén. La gente lo recibía como a un rey, agitando ramos de olivo y poniendo mantos sobre el camino para que los pisara. Todos contaban las maravillas que le habían visto hacer, y decían: «Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Bendito seas, Jesús
Porque quieres a todas las personas...
Porque tocas el corazón de los que están solos...
Porque estás siempre conmigo, aunque no me dé cuenta...
Porque me enseñas a ser buena persona...
...Bendito seas, Jesús.