Lc 1,1-4; 4,14-21
Jesús volvió a Galilea. Tenía la fuerza del Espíritu Santo, y su fama se extendía por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos valoraban mucho lo que hacía y decía.
Fue a Nazaret, el pueblo donde había vivido de pequeño. Entró en la sinagoga, y se puso en pie para hacer la lectura. Entonces leyó un texto del profeta Isaías. Decía:
«El espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha nombrado. Me ha enviado para anunciar la buena noticia a los pobres, para anunciar la libertad a los que están presos, y dar la vista a los ciegos; para liberar a los oprimidos, y anunciar el tiempo de la misericordia de Dios».
Leía con tono solemne. Cuando terminó la lectura, empezó a explicarla. Todos estaban atentos. Y entonces les anunció: «Esto que acabáis de oír se cumple hoy».
Gracias, Espíritu de Dios
Porque me libras de la tristeza…
Porque me quieres…
Porque curas nuestras heridas…
Porque me dices que todo va a salir bien…
Porque me enseñas a sonreír…
Porque vives dentro de mí…
…gracias, Espíritu de Dios.