Un día Jesús les dio un susto enorme a sus padres. Resulta que todos los años iban por Pascua a Jerusalén, con muchos vecinos de Nazaret.
Cuando ya estaban de vuelta, se pusieron a buscar a Jesús entre la gente, pero no aparecía por ningún sitio. Muy preocupados, volvieron a la ciudad. Tardaron un montón de tiempo en encontrarlo, hasta que lo descubrieron en el Templo. Estaba hablando de cosas de Dios con los maestros de la ley.
María le riñó: «Jesús, hijo, ¿tú sabes lo preocupados que estábamos?»
Jesús le contestó: «¿No sabíais que yo tengo que estar en la casa de mi Padre?»
María y José no entendieron bien de qué hablaba Jesús, y es que a veces decía cosas que eran difíciles de comprender.
Después volvió con ellos a Nazaret, y les obedecía.
María conservaba todo en su corazón.
Y Jesús iba haciéndose cada año más alto y más sabio. Y la gente le respetaba.
«Navidad actual.» © Autorización de San Pablo Multimedia
María, dime por qué
mantienes esa sonrisa
si eres madre peregrina,
si tu niño frío pasa.
María dime por qué
no te sientes engañada
si el Dios que te prometió
darte un hijo bendecido
te lo ha entregado sin casa.
Este niño nacido,
niño bendito,
niño de Dios,
tiene el mundo por casa
y a quien lo encuentra
le anuncia la salvación.
No te molesta, José,
después de tantas promesas,
de acoger raras palabras
en aquel sueño profundo.
No te molesta, José,
tragar polvo en el camino,
tener que huir por el mundo
creyendo que hay buena nueva
en un niño vagabundo.
Que sepa hacer caso a mis padres…
Que sepa abrir mi corazón a Dios…
Que aprenda a conocer a las personas…
Que tenga un corazón muy grande…
…ayúdame a ser como tú.