La prima de María, Isabel, vivía en un pueblo de la montaña, y estaba embarazada. Entonces María, que era más joven y también esperaba un niño, se fue a casa de Isabel para ayudarla. En cuanto entró por la puerta María, y saludó a Isabel, esta se llenó de alegría y dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Cómo es que viene a verme la madre del Mesías? En cuanto me has saludado, el bebé que llevo dentro saltó de alegría. Dichosa tú, María, porque has creído al Señor, y lo que él te ha dicho se va a cumplir».
«En camino a Santiago. » © Autorización de San Pablo Multimedia
Madre, guíanos.
Tú que diste tu 'sí', un 'sí' que nos dio vida.
Peregrina de amor,
visitaste a Isabel
proclamando la grandeza de Dios, nuestro Señor.
Esperanza en tu vientre
respiraba latiente nuestra salvación.
Madre, guíanos.
Del sendero la estrella
vigilante y prudente doncella.
Escogida de Dios
como puerta
de nuestra salvación.
Virginal corazón
te atraviesan espadas
y ante la cruz, por su sangre,
de la Humanidad eres madre.
Madre, guíanos.
Tú seguiste sus pasos
escuchando
y guardando todo en tu corazón.
Recorriendo las tierras
que tu hijo hizo nuevas
hablando de Dios
y seguiste la senda que subió hasta el monte,
via crucis de amor.
Tú eres la peregrina que sus huellas pisó.