Jesús criticaba mucho a los que hacen las cosas para ser vistos, a los que siempre están buscando aplausos, y que otros les admiren. Un día estaba con sus amigos en el templo. Había un altar donde las personas dejaban sus ofrendas. Y ese día había muchos ricos que echaban grandes cantidades, con muchos gestos para que todos los vieran. Los amigos de Jesús se quedaban con la boca abierta. Pero Jesús se fijó en una mujer mayor, una viuda, que echaba dos moneditas. Nadie miraba para ella. Solo Jesús. Entonces, llamó a sus amigos y señaló hacia la mujer. Y les dijo: «¿Veis a esa mujer? Pues, aunque no lo parezca, ella es la que más ha dado, porque no ha dado de lo que le sobra, sino de lo que necesita para vivir».
«Palabras de vida.» © Autorización de San Pablo Multimedia
A las madres incansables,
a los padres preocupados,
a los maestros que quieren entender a sus alumnos,
a los niños que se acercan a los que están solos,
a los pobres, a los refugiados, a las personas sin hogar...
A todos Señor,
ayúdanos a elegir siempre lo mejor.
Quisiera un corazón bueno con el sabor del buen pan,
que esté en la mesa de todos, que solo sepa a fraternidad.
Dámelo, dame un nuevo corazón
y en la palma de tu mano guárdalo y repártelo.
Quisiera un corazón limpio como un pozo de verdad,
que ni se cierre ni aturda, que no pretenda nunca engañar.
Quisiera un corazón libre sin atarse y sin atar,
que deje atrás lo que pesa, que nunca busque hacerse notar.
Quisiera un corazón pobre que no intente acumular,
que luche y tenga esperanza, que esté dispuesto siempre a arriesgar.