Como Jesús hacía cosas tan sorprendentes, todo el mundo hablaba de él. Un día, intrigado, les dijo a sus amigos: «¿Qué habéis oído por ahí? ¿Quién cree la gente que soy?» Ellos le contestaron: «Verás, hay gente que dice que eres un profeta, como los profetas antiguos que hablaban en nombre de Dios. Incluso hay quien dice que eres Juan Bautista, que ha vuelto». Lo decían porque el rey Herodes había mandado matar a Juan Bautista, el primo de Jesús.
Entonces, Jesús, les preguntó a ellos: «Y vosotros, que me conocéis tan bien, ¿quién creéis que soy?» Pedro ni lo dudó: «Tú eres el Mesías». El Mesías era para los judíos el enviado de Dios para traerles la libertad. Pero los judíos pensaban que iba a ser como un líder muy poderoso. Así que Jesús le dijo: «Tienes razón, pero tenéis que saber que el Mesías no va a ser ni el más rico, ni el más fuerte, ni el más violento. Al revés, tendrá que sufrir, hasta morir y resucitar». Pedro, al oír eso, interrumpió: «Ni hablar, Jesús, no dejaremos que mueras». Entonces Jesús le mandó callar: «No te enteras, Pedro. Que Dios no quiere poder y fuerza, sino amor». Entonces siguió explicándoles, y les decía: «El que quiera venir conmigo, que no sea un orgulloso ni un egoísta, que acepte su cruz y me siga. Que la vida no es para guardarla en una caja fuerte, sino para regalarla a los otros».
Me comprometo a llevar la alegría en el pensamiento;
pensar con esperanza y generosidad.
Jesús amigo, ayúdame.
Me comprometo a llevar la paz en la palabra;
hablar con humildad y verdad.
Jesús amigo, ayúdame.
Me comprometo a llevar la justicia en las obras;
sembrar paz y amor.
Jesús amigo, ayúdame.
Quien guarda su vida la pierde, la pierde,
quien la gasta en mi nombre, la libera.
Voy en busca de la vida
mirando siempre hacia el sur,
camino con la certeza
de que a mi lado estás Tú.
Me esperas en quien espera
una mano amiga.
Soy simiente, levadura,
al servicio de la vida.
Desde abajo y desde dentro
te encarnas en Nazaret
y en las cosas pequeñas
nos invitas a creer.