Jesús era de un pueblo pequeño, que se llama Nazaret. Allí había pasado toda su infancia y su juventud, ayudando a su padre en la carpintería. Ahora que se dedicaba a predicar, vivía de un lado para otro. Pero un día llegó a Nazaret y fue a la sinagoga, que es el sitio donde los maestros explican la religión. Y se puso a enseñar. La gente estaba sorprendida, porque le entendían fenomenal. Así que algunos preguntaban, asombrados: «Pero, ¿dónde ha aprendido todo esto?», «¿Y esos milagros que dicen que hace?», «Pero, ¿no es este el mismo muchacho que ha estado aquí en el pueblo, con nosotros, tantos años?», «Si conocemos a toda su familia». Pero lo decían como enfadados. A algunos hasta les parecía mal que Jesús hablase como un maestro, porque no tenía los títulos necesarios. Y aunque Jesús tenía mucha paciencia, también pensaba que, si no tenían un poco de fe, no había nada que hacer. Así que terminó marchándose a otros pueblos donde la gente no tenía tantos prejuicios.
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Siento en mi interior un hilo que une el corazón.
Cada amanecer, contigo aumenta nuestra fe.
Familia soy, familia somos.
Somos tú y yo familia de Dios.
Familia soy, familia somos.
Contigo voy, familia de amor.
Somos como el sol, que contagiamos tu calor.
Juntos sobre el mar, hasta podremos caminar.
Familia soy, familia somos.
Somos tú y yo familia de Dios.
Familia soy, familia somos.
Contigo voy, familia de amor.