Jesús estaba empezando su tarea. Hasta hacía poco había sido un hombre normal, trabajando en su pueblo. Pero ahora que empezaba a curar enfermos, a anunciar la buena noticia y la gente le conocía, se iba haciendo famoso.
Entonces se fue al desierto, buscando tiempo para rezar y para pensar. Y es que Jesús también tenía tentaciones. No estaba seguro de cuál era el mejor camino. Por ejemplo, a veces pensaba: «¿Y si utilizo el poder, la fuerza o la magia para convencer a todos?» o «¿Y si le pido a Dios que me haga volar, para que la gente se sorprenda?» Claro, así la gente le creería.
Pero Jesús se daba cuenta de que por ese camino no iba a conseguir lo más importante, que es transformar los corazones. Por eso, en ese tiempo de soledad, fue pidiéndole a Dios que le iluminase. Y rechazó todas las tentaciones. Y volvió a Galilea para seguir predicando la buena noticia como siempre, con sus palabras y el ejemplo de su amor por todos.
«Palabras de vida.» © Autorización de San Pablo Multimedia
Para que me ayudes a compartir,
para que me ayudes a no engañar,
para que me ayudes a no llamar la atención,
para que me ayudes a ser pobre,
para que me ayudes a limpiarlo,
para que me ayudes a aceptarme…
…aquí tienes mi corazón.