Había por aquel tiempo un chico que tenía lepra. La lepra era una enfermedad muy mala. Se te ponía toda la piel cubierta de llagas. Y a los leprosos nadie los quería. Decían que era un castigo de Dios, les hacían ir con una campana. Y cuando estaban cerca, todo el mundo se alejaba.
El chico llegó cerca de Jesús. Pero Jesús no se alejó, le esperó. El chico le dijo a Jesús: «Si quieres, puedes limpiarme». Y Jesús, en lugar de rechazarlo, le tomó la mano. ¿Te imaginas? Nadie le había tocado desde hacía años, ni una caricia, ni un abrazo. Pero Jesús le tocó y le dijo: «Sí, claro que quiero, queda limpio». Y de golpe, el chico se miró el brazo, y luego todo el cuerpo, y estaba sano. ¡Vaya sonrisa se le puso!
Jesús, que quería pasar desapercibido, le pidió que no lo dijera por ahí, solo en el templo. Pero el chico estaba tan feliz que empezó a contárselo a todo el mundo. La fama de Jesús seguía creciendo, y mucha gente acudía a él.
«Lo único que tengo.» © Con la autorización de de Fermín Negre Fermín Negre
Si tengo miedo…
Si estoy enfermo…
Si necesito que me escuchen…
Si me equivoco…
Si me encuentro solo…
Si busco mi camino…
Si necesito un referente…
Conmigo siempre…
…ahí estás, Jesús.