Muchos preguntaban a Jesús cómo serán las cosas cuando nos encontremos con Dios cara a cara. Entonces Jesús les dijo:
«Mirad, el día que nos encontremos todos con Dios será como una gran reunión de todos los pueblos y todas las personas que han vivido. Y Dios mandará a unos ponerse a su derecha, y a otros a su izquierda.
Y a los de su derecha les dirá: ‘Venid conmigo, para estar siempre a mi lado, en mi fiesta. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me disteis casa, estuve desnudo y me vestisteis, estuve enfermo, o en la cárcel, y vinisteis a verme’. Todos le mirarán sorprendidos, sin saber cuándo habían hecho todo eso. Pero Dios les dirá. ‘Cada vez que hicisteis esto con uno de vuestros hermanos, lo hicisteis conmigo’.
A los de su izquierda, en cambio, les dirá. ‘No tenéis sitio aquí, conmigo, porque tuve hambre, y sed, y estuve solo, y desnudo, y sin techo, y nunca me ayudasteis de ninguna manera’. Ellos le mirarán, sin entender, y protestarán: ‘Pero si nunca te vimos, Señor’. Pero él les contestará: ‘Cada vez que un hermano os pidió ayuda, era yo el que os la pedía’».
Después de oír a Jesús todos se quedaron pensativos. Cada uno intentaba acordarse de si estaba ayudando a sus hermanos cada día, o dándoles la espalda.
Jesús, quiero ser parte de ese Reino en el que tú eres rey.
Estar atento a los que necesitan algo.
No dar la espalda a los que me piden ayuda.
Animar al que está triste.
Acompañar al que se siente solo.
Tener en cuenta al que está apartado.
Así haré que se cumpla eso que tantas veces he rezado: que venga a nosotros tu Reino.