Jesús andaba cerca de las ciudades de Tiro y Sidón. Una mujer de aquellas tierras salió a buscarlo. Y al llegar cerca de él, le pedía: «Jesús, ayúdame, cura a mi hija, que está muy enferma».
Jesús no le respondía, y sus amigos le preguntaron: «Oye, ¿es que no la vas ayudar? ¿No ves que no para de gritar?» Jesús, entonces, les dijo que él tenía que atender primero a los enfermos de Israel, y esta mujer era cananea, es decir, de otro país.
La mujer se acercó más y volvió a pedirle: «Señor, ayúdame». Jesús le respondió con una imagen: «¿Te imaginas que un hombre que tiene hijos les quitase el pan para alimentar a sus perritos?» Con eso le quería decir que sus hijos eran el pueblo de Israel y él tenía que atenderlos primero. Pero la mujer insistió: «Sí, Señor, pero hasta ese hombre daría a los perritos las migas y las sobras. No te pido más que eso».
Jesús le sonrió, con cariño, y le dijo: «Mujer ¡qué grande es tu fe! Claro que te voy a ayudar». Y mientras decía eso, la hija de la mujer extranjera quedó curada.
Hoy y ahora...
Olvídate de ti, céntrate en los demás...
Que nadie esté triste...
Que nadie pase frío...
Que nadie juegue solo...
Haz un mundo más humano...
Tranquiliza a los que lloran...
Alegra a los que están tristes...
Reza por otros...
Abraza al que nada espera...
...Sé buena noticia.