Los amigos de Jesús estaban una noche en la barca, en el lago. Jesús se había quedado en tierra rezando. De repente se levantó un fuerte viento y olas muy peligrosas, así que la barca iba sacudida por la tormenta. Estaban muertos de miedo, pensando que se iban a hundir.
Entonces vieron alguien que venía hacia ellos, caminando sobre el agua. No entendían nada y estaban aún más asustados. Entonces quien venía les dijo: «¡Ánimo! Soy yo. No tengáis miedo». Se dieron cuenta de que era Jesús. Pedro, que aún no estaba muy seguro, le pidió: «Jesús, si eres tú, enséñame a ir hacia ti andando sobre el agua yo también». Jesús le dijo: «Ven». Y Pedro se bajó de la barca. Al principio no se hundía y estaba muy contento. Pero luego, viendo las olas tan enormes, le entró miedo y al instante se hundió. Menos mal que estaba Jesús allí para agarrarle y sacarlo del agua. Le ayudó a subir a la barca mientras le decía. «¿Por qué dudaste, hombre? ¿No tenías confianza en mí?» Cuando Pedro y Jesús ya estaban en la barca, se calmó el viento y cesó la tormenta. Los amigos de Jesús se acercaron a él con admiración, y le decían, sorprendidos: «De verdad eres el hijo de Dios».
«Con él la fiesta empezó. » © Autorización de Provincia Vedruna de Europa
Jesús, en mis momentos de miedo
ayúdame a confiar,
sabiendo que tú siempre estás cerca de mí.
Jesús, enséname a mirar y verte
en cada gesto, en cada mirada,
en cada persona con la que me encuentro cada día.