Jesús llegó a un pueblo que se llamaba Sicar. Era de la región de Samaría. Los samaritanos tenían muy mala fama entre los judíos, porque decían que eran poco piadosos y no cumplían la ley, así que los judíos y los samaritanos, ni se hablaban unos con otros.
Jesús se sentó junto a un pozo. Tenía sed, pero no tenía nada con que sacar agua. Entonces apareció una mujer que traía un cubo. Era samaritana. Jesús le pidió: «¿Me das agua?» Ella quedó sorprendida. «Anda, ¿me hablas, aunque tú eres judío y yo soy samaritana?» Jesús dijo: «Mira, a mí esas tonterías me dan igual. Te pido agua, y te ofrezco algo mucho mejor, ‘Agua viva’». Ella lo miró con cara de no entender: «¿Qué significa eso del ‘agua viva’?» Jesús le contestó: «El agua viva es un agua que, si la pruebas, no tienes más sed, y es una fuente de vida eterna». Se refería con eso a la palabra de Dios, al amor, a todo lo que Dios nos enseña.
Entonces la mujer le dijo: «Dame de esa agua, que así no tendré más sed».
«En medio de ti.» © Difusión libre cortesía de Proyecto Nahum
Solo sé que fuiste Tú quien me llamó a ser instrumento de consolación,
hoy te doy mi sí de nuevo aunque sé de mi pecado,
pues confío en Ti, Señor, que vas conmigo.
No se puede amar a Dios a quien no vemos,
si no amamos al hermano a quien vemos;
cuando quiera yo medir cómo va mi amor
a Dios miraré si amo a todos mis hermanos.
El amor no tiene fronteras, el amor no tiene fronteras.
Cada día siento que Tú me lo pides, que yo dé mi vida por llevarte a todos,
con detalles muy pequeños y con gestos muy humanos
para hacer feliz a quien está a mi lado.
Pero no podemos dar si no tenemos
y por eso es necesaria la oración,
para amar como Tú amas,
perdonar como Tú hiciste
y sembrar paz y alegría al caminar.
Como Tú quiero estar siempre disponible
y que todo el que me busque a Ti te encuentre,
porque yo les dé mi vida como la darías Tú
y así puedan darte gracias y seguirte.
Haz que no pase de largo ante mi hermano
y que sean para mí los preferidos,
los enfermos, los pequeños, los que sufren y los pobres
porque Tú, Señor Jesús, vives en ellos.