Juan estaba en el desierto, como siempre hacía. Era un profeta y allí hablaba de las cosas de Dios. Un día, vio que Jesús venía hacia él, y no se pudo contener y gritó a todo pulmón: «Este es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo». Al decir lo de cordero no estaba metiéndose con él; lo que quería decir es que, del mismo modo que los pastores regalaban los corderos a la hora del sacrificio, Jesús era como un regalo de Dios al mundo. Entonces Juan continuó: «Jesús va muy por delante de mí, porque ya existía antes que yo. Cuando yo bautizo, es para que descubramos a Dios. Pues bien, mirad a Jesús, y veréis a Dios». Entonces se puso a contarles a todos lo que había ocurrido en el bautismo, y cómo había bajado el Espíritu sobre Jesús. Y como Juan era un profeta, y los profetas hablaban con Dios de una manera especial, Juan les contó a todos que ya Dios le había avisado: «Tú bautizas con agua. Pero aquel sobre quien se pose el Espíritu, ese bautizará con el Espíritu Santo». Así que, a cualquiera que quería oírle, Juan le decía que Jesús es el Hijo de Dios.
Una llamada sencilla, una respuesta valiente,
una sonrisa mueve otra sonrisa
y huele a ese olor que huele la alegría.
Un reto para tus días, una opción diferente
con todo que eres y lo que quieres,
quieres algo más de vida en tu vida.
Esta es tu casa, y el lugar donde la gente
vive esperanzada y confía y está siempre.
Siempre alegres, siempre…
Qué esperas y en qué confías,
qué desesperas, qué temes…
si ya se asoman días de luz y sol
ya viene el sueño de soñarnos siempre alegres.
Esta es tu casa, y el lugar donde la gente
vive esperanzada y confía y está siempre.
Siempre alegres, siempre…