Un día Jesús entró en la ciudad de Jericó.
Uno de los hombres más ricos de la ciudad se llamaba Zaqueo. Todos lo despreciaban, porque se había hecho rico cobrando los impuestos y trabajando para los romanos, así que no tenía muchos amigos. Cuando oyó que venía Jesús, Zaqueo quiso conocerle. Pero no conseguía llegar hasta él, porque era muy bajito y nadie le dejaba pasar. Entonces se subió a un árbol. Al llegar Jesús, miró hacia arriba y saludó a Zaqueo: «Hola amigo, baja de ahí, y si me invitas, hoy me quedaré en tu casa». Zaqueo se quedó alucinado, y muy contento. Bajó y se fue corriendo a prepararlo todo. Estaba emocionado porque Jesús no le hubiera rechazado. Había gente que estaba enfadadísima porque Jesús hubiera elegido la casa de Zaqueo en lugar de la de alguno de los que se consideraban cumplidores de la ley.
Durante la comida estuvieron charlando todo el tiempo. Jesús le hablaba de las cosas que hablaba siempre: del amor, de las bienaventuranzas, de la justicia… Y al escucharle, Zaqueo se puso en pie, y dijo: «Mira, Jesús, me has convencido. La mitad de mis bienes se las daré a los pobres, y si he hecho daño a alguien, le compensaré». Jesús le dijo: «Cuánto me alegro. Todos podemos cambiar. Yo he venido a buscar a los que estaban perdidos».
Esto lo decía para que lo oyesen los que estaban molestos porque hubiera ido a comer a casa de Zaqueo.
«Misa Joven 2. Diferente.» © Autorización de Assisi
Tu palabra se hace vida en mi corazón.
Lo que es viento se hace besos,
gestos de perdón.
Cambiará mi interior.
Tu palabra será el fuego de mi voz.
Escuchar y acoger a la voz de Dios
y pensar y aprender lo que hizo el Señor.
Yo quiero transformar mi ser
para ser como Dios soñó,
que el mundo sea una fiesta de paz y unión.
Escuchar y acoger lo que fue Jesús,
salvación y perdón ahora serás tú.
Yo quiero el Reino construir,
el mundo que Jesús pensó,
la tierra sea de todos, tierra de unión.