Los amigos de Jesús a veces perdían la paciencia, porque no conseguían todo lo que pedían a Dios. Entonces Jesús les dijo: «Oye, tenéis que ser pacientes, y pedir sin desanimaros. Aunque no consigáis las cosas a la primera. Veréis, os voy a poner un ejemplo: en una ciudad había un juez que era un vago. Había también una viuda que estaba esperando el resultado de un juicio. Pero el juez, como era un holgazán, no terminaba de hacer su trabajo. Ella iba todos los días a decirle: ‘Oye, ¿para cuándo vas a hacer justicia?’. Y el juez no le hacía caso. Pero al final, de tanto insistir ella, el juez se puso a trabajar y al final le respondió».
Los amigos de Jesús le miraban mientras contaba esta historia. Entonces les explicó: «Si el juez malo es capaz de responder cuando las personas insisten, imaginad Dios, que es bueno. Si insistimos, nos responderá. Solo tenéis que tener fe y paciencia. ¿Es posible?»
Mírame y confía,
mírame y ten fe,
mírame y cree.
Mírame, mírame y vive.
Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene nada le falta:
Solo Dios basta.
(santa Teresa de Jesús)