Jesús les contó a sus amigos la siguiente historia:
«Un hombre tenía un administrador que se encargaba de su dinero. Un día se enteró de que estaba gastando mucho dinero de más. Y le llamó y le dijo. ‘Estás despedido’.
El administrador pensó: ‘Y ahora, ¿qué hago?’
Entonces llamó a todos los que debían dinero a su jefe, y les dijo: ‘A ver, ¿tú debes 1000 euros? Pues apunta 500’. Y así lo hizo con los demás. De ese modo, haciendo trampas, conseguía hacerse amigos.
Cuando el jefe se enteró, le pareció fatal, pero tuvo que reconocer que el administrador había sido muy listo, porque había conseguido hacer muy buenos contactos».
Los amigos de Jesús no entendían por qué les contaba esta historia. ¿Les estaba invitando a hacer trampas? Jesús, viendo que estaban un poco despistados, les explicó: «Veréis, lo que os quiero decir es lo siguiente. Hay que ser astutos en la vida. Y lo mismo que la gente mala y tramposa usa la astucia para el mal, vosotros tenéis que ser astutos para anunciar la buena noticia. Sed honrados, sed de fiar, y no queráis servir a la vez a Dios, al poder, a la riqueza, a la diversión… Vosotros elegid mi amistad…»
Entre el amor y el odio,
elijo el amor.
Entre la guerra y la paz,
elijo la paz.
Entre la alegría y la tristeza,
elijo la alegría.
Entre el egoísmo y la generosidad,
elijo la generosidad.
Entre acumular y compartir,
elijo compartir.
Entre la amistad y la soledad,
elijo la amistad.