Un día invitaron a comer a Jesús a la casa de uno delos fariseos más importantes. Se dio cuenta de que todo el mundo se daba codazos y se peleaba para estar en los mejores asientos y en las mesas principales. Entonces les dijo: «Mira, cuando te inviten a una boda, tú no busques el mejor puesto. Si no, lo mismo luego te tienen que pedir que te vayas a un lugar más discreto, y ya verás qué vergüenza pasas. Tú, cuando te inviten, siéntate en los últimos puestos, y si quieren colocarte en un lugar más visible, ya te lo dirán».
Con eso les estaba enseñando que hay que ser humildes en la vida.
Jesús entonces miró al que le había invitado y le dijo: «No deberías intentar invitar siempre a la gente importante. Tú, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los heridos, a los cojos y ciegos. Porque eso es lo que Dios espera, que abramos nuestra vida a los pequeños».
Los más pequeños
(…son los más grandes)
Los más bajitos
(…son los más altos)
Los más feos
(… son los más guapos)
Los más pobres
(… son los más ricos)
Los más débiles
(… son los más fuertes)
Los más lentos
(… son los más rápidos)
Quisiera un corazón bueno con el sabor del buen pan,
que esté en la mesa de todos, que solo sepa a fraternidad.
Dámelo, dame un nuevo corazón
y en la palma de tu mano guárdalo y repártelo.
Quisiera un corazón limpio como un pozo de verdad,
que ni se cierre ni aturda, que no pretenda nunca engañar.
Quisiera un corazón libre sin atarse y sin atar,
que deje atrás lo que pesa, que nunca busque hacerse notar.
Quisiera un corazón pobre que no intente acumular,
que luche y tenga esperanza, que esté dispuesto siempre a arriesgar.