Al llegar el día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en la misma casa. Aún pasaban mucho tiempo escondidos, por miedo a que las autoridades judías les persiguieran, como habían perseguido a Jesús. De repente, un ruido fuerte, como si fuera un viento muy intenso, resonó en la casa. Y vieron unas llamas de fuego que se posaban sobre cada uno. Era el Espíritu de Dios. Todos empezaron a hablar en distintos idiomas. Era como si Dios les mandase hablar con todo el mundo.
Entonces salieron a la calle. Ya no tenían miedo. Jerusalén estaba lleno de judíos de muchos lugares, de ciudades y países muy lejanos; y estaban sorprendidos, porque los amigos de Jesús hablaban en todos los idiomas, contando siempre las maravillas que había hecho Dios.
«Hijos de la vida.» © Autorización de San Pablo Multimedia
Espíritu de sabiduría: ven, espíritu de Dios
Ayúdanos a construir la paz, ven, espíritu de Dios.
Sé la fuerza para caminar cada día: ven, espíritu de Dios
Consuélanos en los días malos: ven, espíritu de Dios.
Sé el maestro que nos enseñe la bondad: ven, espíritu de Dios.
Pon en nuestro interior una semilla de alegría: ven, espíritu de Dios.
Tú, que traes la risa, el buen humor y los juegos compartidos: ven, espíritu de Dios.