Un día, Pedro invitó a Jesús y a sus amigos a comer a su casa. Pero con tan mala suerte que, cuando llegaron, la suegra de Pedro se había puesto enferma. Y ella era la que en la casa hacía todo. Vaya fastidio. El pobre Pedro, que era más bien un chapuzas para las cosas del hogar, estaba muy apurado, y además muy triste por su suegra. Pero Jesús, nada más llegar, la tomó de la mano y la curó. Fue una fiesta. Claro, todo el mundo se enteró, así que empezaron a llegar enfermos de todas partes para que les sanase. Y Jesús iba atendiendo a todos.
Luego, cuando ya estaban muy cansados, Jesús y sus amigos se fueron. Jesús se puso a rezar un rato, pues le gustaba hablar de las cosas del día con el Padre Dios. Pero casi no tuvo tiempo, porque sus amigos vinieron a decirle que todo el mundo le estaba buscando. Así que Jesús se puso otra vez manos a la obra y siguió recorriendo la región de Galilea, ayudando a quien se lo pedía.
«Pasárselo bien.» © Con la autorización de Xaquín
Cuando le hablo a Jesús,
siempre le hablo en bajito,
porque a Jesús no le gusta
hablar entre ruidos y gritos.
Y le hablo por la mañana,
cuando aún estoy en pijama,
y le hablo en cualquier momento,
porque me encuentro contento.
Padre del cielo: te quiero mucho,
quiero ser bueno, te pido por todos.
Padre nuestro, que estás en el cielo,
venga a nosotros tu Reino.
Sabes que quiero ser bueno
con todos mis compañeros,
y compartir, sin esfuerzo,
todo aquello que yo tengo;
estar atento en el cole,
ayudar al que no puede,
y jugar mucho en mi casa,
después de hacer los deberes.
Alegría a los tristes,
pan a los hambrientos,
ropa a los desnudos,
tiempo a los que están solos,
ayudar en mi casa,
y defender a los más débiles.