Jesús contó a sus amigos esta historia: «Había una boda, y era costumbre que un grupo de mujeres esperasen al novio en la puerta, con lámparas encendidas. Diez mujeres fueron a esperarlo. Cinco de ellas eran prudentes, y habían llevado suficiente aceite para las lámparas. Otras cinco eran descuidadas, y casi no llevaron aceite. Como el novio tardaba en llegar, estas últimas se quedaron sin aceite y tuvieron que volver a sus casas a por más. Pero justo cuando estaban lejos llegó el novio, así que invitó a las cinco que ya estaban a entrar a la fiesta. Cuando las otras regresaron, todo el mundo estaba en la fiesta y no pudieron entrar porque la puerta estaba cerrada y porque habían sido descuidadas».
Cuando terminó de hablar todos se quedaron pensativos, porque entendían que Jesús les estaba diciendo que para vivir como Dios quiere tenemos que estar atentos y no ser descuidados.
Señor, me doy cuenta
de que todo lo que me pides
es un simple ‘sí’,
un simple acto de confianza
para que, de ese modo,
la elección que tú haces por mí
dé frutos en mi vida.
No quiero estar tan ocupado
con mi forma de vivir,
mis planes y proyectos,
mis parientes, amigos y conocidos,
que no me dé cuenta siquiera
de que Tú estás conmigo,
más cerca que ningún otro.
No quiero ser ciego a los gestos de amor
que vienen de tus manos,
ni sordo a las palabras amorosas
que vienen de tu boca.
Quiero verte cuando caminas conmigo
y escucharte cuando me hablas.
(Teilhard de Chardin sj)