Jesús y sus amigos estaban un poco tristes, porque el rey Herodes había matado a Juan Bautista. Así que decidieron irse en la barca, bordeando el lago, buscando un sitio tranquilo para descansar. Pero mucha gente buscaba a Jesús porque necesitaban su ayuda, y les seguían desde la tierra. Así que cuando Jesús y los demás llegaron al sitio al que iban, se encontraron a muchísima gente esperándoles. A Jesús le dieron pena, porque necesitaban su cariño. Así que, en lugar de descansar, pasó el día atendiéndolos. Curaba a unos, acariciaba a otros, hablaba con otros más…
Ya se estaba haciendo tarde y los amigos de Jesús vinieron a decirle: «Oye, Jesús, manda a todos estos a su casa, o al pueblo, porque aquí no hay cena para todos». Jesús los miró un poco disgustado, y entonces les dijo: «¿Y por qué no les dais vosotros de comer?» Ellos dijeron: «Es que con lo poco que hay –cinco panes y dos peces– no es suficiente para todos». Pero Jesús dijo que le trajesen lo que había y que la gente se sentase en la hierba. Entonces bendijo la comida y la fue partiendo, y dándosela a sus amigos para que la repartieran. Y al repartir y compartir hubo de sobra.
«Lo único que tengo.» © Con la autorización de Fermín Negre