Jesús siempre utilizaba imágenes muy acertadas. Como aquel día que les dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre, el pan que yo reparto soy yo mismo, para alimentar a todos».
Algunos no entendían nada, y le miraban con los ojos abiertos como platos, como si Jesús estuviera hablando al pie de la letra. Y claro, no era eso. Jesús seguía intentando que entendieran: «No solo tenéis que comer mi sangre, también beber mi sangre, que es bebida verdadera». ¿Os imagináis? No se refería a hacerlo al pie de la letra.
Como se daba cuenta de que no lo entendían se lo intentaba explicar: «Yo soy un pan que ha venido del cielo, un alimento que ha mandado Dios. No es como el pan de harina, que al cabo de un rato vuelves a pasar hambre. Comer el pan que yo traigo es escuchar mi palabra, es vivir como yo, es amar como yo amo, que es la manera de Dios, y es acogerme en vuestro corazón».
«Lo nuevo ha comenzado.» © Autorización de Nico Montero
Dame de tu pan,
dame de beber,
que ando sediento y hambriento de ti
no hay nada que sacie mi sed.
Dame de tu pan,
dame de beber,
que sólo tu cuerpo y tu sangre
avivan mi fe.
Dame de tu pan,
dame de beber,
que yo aliviaré a mis hermanos
con hambre y con sed.
Dame de tu pan,
dame de beber,
que sólo tu cuerpo y tu sangre
avivan mi fe.
(Nico Montero)