Había un judío muy poderoso llamado Nicodemo. Era algo así como un diputado de una asamblea judía que se llamaba Sanedrín y que gobernaba a los judíos. Muchos en el Sanedrín le tenían manía a Jesús, porque criticaba lo que hacían. Pero Nicodemo le apreciaba. Le gustaba aprender de Jesús. Así que iba a verle alguna vez, aunque iba de noche para que los demás no se enterasen y no le criticasen a él también. Una de esas noches Jesús le explicó algo muy importante. Los judíos pensaban que Dios solo quería castigar a los que no cumpliesen la ley. Pero Jesús le dijo a Nicodemo: lo que Dios quiere es que las personas se salven. Lo que quiere no es condenar a la gente, sino cuidarla para que encuentren el camino de la felicidad verdadera. Por eso me ha mandado al mundo, para que ponga luz. Porque hay mucha gente que anda como ciega, en tinieblas, sin entender en qué consiste hacer el bien, y en qué consiste el amor, y la felicidad. Por eso, yo soy la luz que tiene que brillar para que la gente entienda a Dios.
«Lo único que tengo.» © Con la autorización de Fermín Negre
Jesús: Dame un corazón bueno como el tuyo…
y que sienta que tu luz me da fuerzas.
Que viva sabiendo que me quieres
y sepa hablar a otros de Dios.
Que cierre los ojos para sentir tu abrazo
y sepa confiar siempre en ti.