María era una muchacha joven. Estaba rezando un día y apareció ante ella un ángel. Los ángeles son mensajeros de Dios, que nos hablan al corazón. El ángel se presentó y le dijo: “Alégrate, María, tengo una buena noticia para ti de parte de Dios”. Ella se quedó un poco asustada, porque no entendía nada. Pero él, que se dio cuenta, le dijo: “No tengas miedo. Dios, que conoce bien a las personas, sabe que tú le ayudarás. Vas a tener un hijo, y le llamarás Jesús. Y será el Hijo de Dios”. Ella no sabía qué decir, porque todavía ni se había casado con su novio, José, así que se lo preguntó: “Pero, ¿cómo puede ser eso?” El ángel, muy misterioso, le dijo: “Ese hijo vendrá a ti por la acción del Espíritu Santo. Porque para Dios no hay nada imposible. Fíjate: tu prima Isabel, con lo mayor que es, y sin embargo, ahora se ha quedado embarazada”. María se quedó alucinada, pero sintió una confianza muy grande, porque pensó que, si Dios se lo decía, por algo era, así que contestó. “Aquí estoy, para lo que Dios quiera. Que se haga en mi según tu palabra”. Entonces el ángel se marchó.
«Arcilla y arena. » © Autorización de San Pablo Multimedia
Dios, Padre Bueno, que siempre tienes una buena noticia para mí...
Dios, Padre Bueno, aunque a veces no entiendo algunas cosas...
Dios, Padre Bueno, Tú que me conoces bien...
Dios, Padre Bueno, sé que para ti nada hay imposible...
Dios, Padre Bueno, confío en ti y te digo ‘sí’...
...Aquí estoy, para lo que quieras.