Estaban con Jesús los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, que eran los que tenían más autoridad. A Jesús le molestaba que todos esos hombres estuvieran siempre juzgando a los demás, criticándolos por no cumplir la ley, o por ser impuros… Ese día se pusieron a hablar mal de Juan Bautista, el primo de Jesús. Entonces, Jesús, los miró y les contó esta historia: “Un padre tenía dos hijos. Y dijo al mayor: ‘Ordena tu habitación’. Él dijo que sí, pero luego no ordenó nada y se marchó a jugar a casa de sus amigos. Al pequeño le dijo: ‘Ordena tu habitación’. Y el hijo protestó, y dijo que no pensaba hacerlo. Pero al quedarse solo ordenó el cuarto, guardó la ropa, los libros, lo dejó todo muy limpio”. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? –les preguntó Jesús a los sacerdotes y ancianos–. Y todos contestaron a la vez: “El pequeño, porque ordenó su habitación”. Entonces Jesús los miró muy serio y les dijo: “Pues vosotros sois como el hermano mayor, que siempre estáis presumiendo de ser buenos, y justos, y honestos, pero luego hacéis lo que os da la gana. En cambio, muchos de los pecadores a los que criticáis, son como ese hijo pequeño, que aunque en apariencia no se comportan bien, en el corazón aman a Dios. Vosotros, que presumís de ser amigos de Dios, criticáis a Juan, que era su profeta. En cambio, los pecadores que le escucharon y se convirtieron, esos sí actuaron bien.” Y los dejó callados, sin saber qué decir.
«Cantar es rezar dos veces.» © Autorización de Tere Larraín
He pensado cuántas cosas quisiera decirte
cuántas cosas quisiera entregarte
cuántas veces me he quedado muy triste
al darme cuenta que he vuelto a fallarte.
Cuando veo que eres tan bueno conmigo
porque caigo y Tú estás para levantarme
no consigo entender tu grandeza
pero es simple, yo soy hijo y Tú mi Padre.
Gracias por ir a mi lado y por ser mi camino
gracias por ser compañero y porque eres mi amigo
gracias por darme tu mano y porque vamos juntos
gracias por dejar las huellas de tus pasos junto a los míos.
Quisiera poder abrazarte y en tu oído volcar mis secretos
pero para sentirte muy cerca no necesito que bajes del cielo
Porque sé que conoces mi alma tú le das vida,
sin tu amor yo me muero yo soy tuyo
y entero me entrego en tus manos y te digo 'te quiero'.
Enséñanos, Jesús, a ser como tú.
A dar ejemplo con nuestros actos y no solo con nuestras palabras, que al fin y al cabo, se las lleva el viento…
El viento de la pereza, de la comodidad, de la envidia, del egoísmo…
A las buenas obras no se las lleva el viento. Las buenas obras permanecen, son firmes, son fuertes… dan ejemplo a otros, sirven de guía y ayuda y nos hacen parecernos cada día más a ti.