Los amigos de Jesús siempre estaban comparándose, a ver quién era más cumplidor, quién era más justo, más guapo, más listo, más amigo de Jesús, y a quién iba a querer más Dios. Entonces Jesús les contó esta historia: “Un hombre tenía mucha tierra. Se fue a la plaza para contratar trabajadores que le ayudasen en la vendimia, para recoger las uvas. Había muchos hombres en la plaza, pero solo eligió a unos pocos, los que necesitaba. Y les dijo: ‘Os pagaré diez euros a cada uno por un día de trabajo’. Les pareció muy bien porque diez euros era mucho dinero. Los demás se quedaron muy tristes. Cuando iba pasando el día, el propietario de la tierra sintió pena por los que no tenían trabajo, y se fue a buscarlos, así que a mediodía contrató a otro grupo. Y por la tarde, fue a llamar a los últimos, los que no habían encontrado trabajo en todo el día. Y también los llevó a su tierra. Cuando llegó la hora de pagar, el propietario empezó a pagar a los últimos que habían llegado. Y les iba dando diez euros a cada uno. Los que habían estado desde la mañana se frotaban las manos, pensando que iban a cobrar mucho más, pero cuando llegó hasta donde estaban ellos, también les dio diez euros a cada uno. Se enfadaron muchísimo, y uno de ellos protestaba: ‘Es que nosotros hemos trabajado todo el día. ¡No es justo!’ Pero entonces el dueño de la tierra le dijo: ‘Oye, amigo, ¿no te dije por la mañana que te pagaría diez euros? Y estuviste de acuerdo. ¿Por qué te molesta que sea generoso con los demás?’” Los amigos de Jesús se quedaron pensativos. Ya entendían lo que decía Jesús, que Dios es como ese hombre que también a los más débiles los quiere y los cuida. Jesús terminó la lección de ese día diciéndoles una frase de esas suyas que les costaba entender. Les dijo: “Para Dios, los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”.
Dame tus ojos, quiero ver. Dame tus palabras, quiero hablar. Dame tu parecer. Dame tus pies, yo quiero ir. Dame tus deseos para sentir. Dame tu parecer. Dame lo que necesito para ser como Tú. Dame tu voz, dame tu aliento, toma mi tiempo, es para ti. Dame el camino que debo seguir. Dame tus sueños, tus anhelos, tus pensamientos, tu sentir. Dame tu vida para vivir. Déjame ver lo que Tú ves. Dame de tu gracia, tu poder. Dame tu corazón, Señor. Déjame ver en tu interior para ser cambiado por tu amor. Dame tu corazón. Dame lo que necesito para ser como Tú. Dame tu voz, dame tu aliento. Toma mi tiempo, es para ti. Dame el camino que debo seguir. Dame tus sueños, tus anhelos. Tus pensamientos, tu sentir. Dame tu vida para vivir, Señor.
Jesús, amigo:
Ayúdame a colocarme cada día tus gafas y fijarme en lo importante,
para poder ver mejor.
No dejes que la envidia, el egoísmo, la vanidad me tapen los ojos.
Enséñame a estar atento a lo que ocurre a mi alrededor.
Ayúdame a recordar que has cargado con una pesada cruz,
no para ser el primero, sino para ser el último.