Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados." Él les contesto: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
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Ya no te preguntaré más, cuándo llegará tu día sino por dónde atraviesas el presente, por qué existe el malvado sino de qué manera lo salvas ahora, cuándo sanará mi herida sino cómo la curas en este instante, cuándo acabarán las guerras sino dónde construyes la justicia, cuándo seremos numerosos sino dónde está hoy la cueva de Belén, cuándo acabará la opresión sino cómo pasar por las grietas del sistema, cuándo te revelarás, sino dónde te escondes. ¡Porque tu futuro es ahora, es este instante universal donde todo lo creado da un paso dentro de tu misterio compartido! (Benjamín G. Buelta, sj)