Un día Jesús llamó a sus mejores amigos, Pedro, Santiago y Juan. Se fue con ellos a una montaña alta, que es el lugar que siempre elegía para rezar. Cuando estaban allí, sus amigos empezaron a ver que Jesús parecía distinto. Su rostro brillaba y sus ropas, que normalmente estaban sucias del camino, en ese momento se veían resplandecientes. También les pareció que al lado de Jesús estaban Moisés y Elías, que eran dos de los grandes profetas antiguos. Así que Pedro, que estaba muy contento de lo que veía, le dijo a Jesús: “Oye, Jesús, aquí se está fenomenal. ¿Y si nos quedamos aquí para siempre? Yo puedo hacer tres tiendas para que os refugiéis”. Mientras decía esto un rayo de sol atravesó las nubes, y una voz –que era la del mismo Dios– les dijo: “Este es mi Hijo, al que yo quiero, mi favorito. Escuchadlo”. Y se refería a Jesús, claro. Sus amigos estaban admirados, pero también un poco asustados, así que se arrodillaron, con el rostro en tierra. Pero Jesús se acercó a ellos, les tocó el hombro y les dijo: “Anda, no seáis tontos, que soy yo, el de siempre. Levantaos y no os asustéis”. Al mirarle ya todo era normal, como siempre, y se les pasó el susto. Cuando bajaban de la montaña Jesús les pidió que no contasen a nadie lo que acababan de ver.
«Un agujero con mil colores.» © Con la autorización de Migueli
Sabes que pienso en ti, que me entusiasmo cuando te encuentro. Sabes que viviré fundido en tus consejos. Siempre voy a buscar lo que hay de nuevo, tengo invertida el alma en desvelar tus secretos. Quiero decirte que todo lo bueno me viene de tu amor y de tu aliento. Sabes que quiero ver hasta destinos inciertos, y sé que encontraré lo que en mi alma deseo. También que algún día sin querer te pierdo el vuelo. No siempre mirarte es verte, no siempre que vivo sueño. Sabes que cantaré por muy triste que esté el ruedo aunque a veces sea cansado el querer buscar sin miedo. La fuerza del infinito, a ratos ¡se ve tan lejos! A veces no te escucho, a veces no te veo. Se engarzan días grises, te echo de menos. Tantos días tan contento, otros días que se me hacen incompletos. Esos días de resaca de la vida Tú eres mi único remedio.