Lc 3, 1-7
Los hombres más poderosos de aquel mundo eran Tiberio, el emperador; Poncio Pilato, el gobernador; Herodes, el virrey; y Caifás, el Sumo Sacerdote. Pero la palabra de Dios vino sobre un hombre sencillo, desconocido, que no tenía poder. Era casi un muchacho. Se llamaba Juan, era hijo de Zacarías, y vivía en el desierto. Él sintió dentro una voz, y se lanzó a los caminos para contárselo a todos. Les decía: «Tenéis que bautizaros y convertiros. Convertirse es cambiar. Quitar las cosas malas de la propia vida y ser de verdad buenas personas. Tenéis que preparar el camino del Señor, limpiad la maleza para que pueda pasar. Quitar los obstáculos y las barreras, porque ya está viniendo. Que pueda llegar. Porque cuando él llegue, todos verán el regalo que nos trae Dios. ¿No os dais cuenta de que ya viene?»
Ven, Señor Jesús
A nuestras vidas…
A los más pobres…
A los enfermos…
A los que están solos…
A nuestras casas…
A las familias…
Cuando jugamos…
Cuando reímos…
Cuando lloramos…
A los que se equivocan…
A los más tristes…
A los que luchan…
A los hambrientos…
A los enfadados….
...ven, Señor Jesús.