El Señor dijo: «Tú, a quien tomé en los confines del mundo, y llamé en sus extremos, a quien dije: ‘Tú eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado. No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios: te fortalezco y te auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa’. […] Porque yo, el Señor, tu Dios te agarro de la diestra, y te digo: ‘No temas, yo mismo te auxilio’».
Sobre todo, confía en el lento trabajo de Dios.
Por naturaleza somos bastante impacientes en todo para llegar al final sin demoras.
Nos gustaría saltarnos los estadios intermedios.
Nos sentimos impacientes al estar en camino hacia algo desconocido, algo nuevo.
Y, sin embargo, es norma de todo progreso que se ha de realizar pasando por algunos períodos de inestabilidad –que pueden durar mucho tiempo–.
Y así creo que sucede contigo: tus ideas maduran gradualmente, permíteles que se desarrollen, que tomen forma, sin prisas excesivas.
No intentes forzarlas, como si quisieras ser hoy lo que sólo el tiempo (es decir, la Gracia y las circunstancias que actúan sobre tu buena voluntad) hará de ti mañana.
Sólo Dios podrá decir lo que será este nuevo espíritu que poco a poco se está formando dentro de ti.
Concede a Nuestro Señor el beneficio de creer que su mano te guía, y acepta la ansiedad de sentirte en suspenso e incompleto.
(Pierre Teilhard de Chardin)