Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: «Está escrito: ‘No solo de pan vive el hombre’». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: ‘Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto’». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: ‘Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden’, y también: ‘Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra’». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’».
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«Y el Señor me fue dando salud. Poco a poco me fui hallando mejor, alejándome del peligro de muerte. Sin embargo, no podía sostenerme aún sobre la pierna herida, así que me era forzado permanecer en el lecho durante días y noches. Pedí entonces que se me trajeran libros de caballerías que tanto me gustaban. Libros con los que pasar el tiempo donde se narraban las glorias de héroes mundanos y falsos. Mas en toda la casa no se halló ninguno de esos por lo que me trajeron un libro sobre la vida de Cristo y de la vida de los santos».
«Llamo consolación quando en el ánima se causa alguna moción interior, con la qual viene el ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y así quando ninguna cosa criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. Assimismo quando lanza lágrimas hacia el amor de su Señor, agora sea por el dolor de sus peccados, o de la passión de Christo nuestro Señor, o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente, llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quietándola y pacificándola en su Criador y Señor.
Por el contrario, llamo desolación a la oscuridad del alma, turbación, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a falta de fe, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor».
(EE, 316-317)