Señor, Tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son conocidas.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
todos mis días estaban escritos en tu libro.
«After Hours» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
«Esencia de todo» © Autorización de San Pablo Multimedia
«Hasta los 26 años de [su] edad fui un hombre dado a las vanidades del mundo».
«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden».
(EE, 23)