Cuando Jesús estaba con sus discípulos, celebrando la pascua, ya sabía que muy pronto se iba a marchar, que les quedaba poco tiempo juntos. Así que les dijo: «Mirad, voy a hacer un gesto muy especial. Y cada vez que lo repitáis, en mi memoria, yo estaré con vosotros».
Tomó pan, lo partió, y se lo dio, y les dijo: «Tomad y comedlo todos. Esto es mi cuerpo». Luego hizo lo mismo con una copa de vino –bueno, en aquellos tiempos no había copas, era un vaso de barro, pero da igual–. Lo tomó, y les dijo: «Bebed esto en mi memoria, que es mi sangre entregada a todos. Y cada vez que recordéis esta cena, cada vez que hagáis esto mismo, yo estaré ahí».
«Hijos de la vida.» © Autorización de San Pablo Multimedia
Jesús, para aprender de ti,
quiero comer de tu pan.
Para ser fuerte como tú,
quiero comer de tu pan.
Para amar a tu manera,
quiero comer de tu pan.
Ese pan que es abundante,
quiero comer de tu pan.
Ese pan que es para todos,
quiero comer de tu pan.
Ese pan que se comparte,
quiero comer de tu pan.
Ese pan que nos transforma,
quiero comer de tu pan.
Cenando con sus amigos, el Señor se despidió.
Quiso que le recordásemos haciendo lo que Él mandó.
Reunirse en torno a una mesa oyendo la voz del Señor
con sus gestos y palabras revivir lo que él vivió.
Que haya pan para todos, y para todos perdón
paz brindada y regalada, bendición y comunión.