El rey Herodes era a la vez un hombre poderoso, ambicioso y miedoso. Era poderoso porque era el rey de los judíos, así que mandaba mucho. Era ambicioso porque quería más poder, más riqueza, más seguridad. Es lo que les pasa a algunas personas, que siempre quieren más de todo, sin darse cuenta de que ya tienen bastante. Y era miedoso porque le preocupaba que alguien fuera más poderoso que él. Unos magos de Oriente le dijeron que venían siguiendo una estrella, que indicaba que había nacido un rey poderoso. Se referían a Jesús, claro.
Herodes casi se muere del disgusto. ¿Otro rey que le pudiera hacer la competencia? ¡Ni hablar! Primero intentó localizarlo, para acabar con él. Pero no conseguía encontrarlo. Seguro que fue porque lo buscaba entre los palacios, sin pensar que hay otra forma de ser rey, que no tiene que ver con la riqueza. Al final, cuando se enteró de que había nacido en Belén, y como no podía localizarlo, dio una orden terrible. Mandó que sus soldados matasen a todos los niños menores de dos años. Jesús ya no estaba allí, porque un ángel le había dicho a José que se fueran pronto, y se habían marchado a Egipto. Pero muchos niños inocentes murieron por el capricho de un rey malvado. Y a esos niños los llamamos los santos inocentes.
Cuando estoy con mi familia…
Cuando me siento solo…
Cuando juego con mis amigos…
Cuando me dejan de lado…
Cuando celebro tu nacimiento…
Cuando recuerdo tu muerte…
Cuando he vencido…
Cuando he fracasado…
Cuando me pongo en el lugar de otros…
Cuando no soy sensible a la injusticia…
…fortalece, Señor, mi poca fe.
Sigue habiendo tantos pies que lavar,
sigue habiendo tanta oscuridad que iluminar,
tantas cadenas que romper...
Pan y vino para el pobre quiero ser.
Sigue habiendo tantos pies que lavar,
sigue habiendo tanta oscuridad que iluminar,
tantas cadenas que romper...
Fortalece, Señor, mi poca fe.