Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».
«En reflexión» © Autorización de Fernando Leiva
Cuida, Señor, de nuestros pastores.
Que sean, como tú, servidores de todos.
Que no hagan del poder instrumento de dominio,
sino herramienta para construir el Reino.
Que sean buscadores de la verdad y la justicia,
del bien común y la paz,
de la comunión y la esperanza.
Que sepan ser exigentes sin ser inflexibles,
comprensivos sin ser indiferentes,
fieles sin ser rígidos.
Que vivan, como Tú, con las manos abiertas
para acariciar, acoger y levantar.
Que sus vidas apunten hacia Ti.
Que sus palabras sean eco de la tuya.
Que sus pasos vayan tras los tuyos.
Que su enseñanza sea tu evangelio.
Y que su liderazgo sea un carisma más
al servicio de la comunidad,
en este cuerpo que somos todos,
del que solo Tú eres cabeza, Señor.
(Rezandovoy)