Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre.
«3 hours of beautiful instrumental music» © Compartido en Youtube por Peder B. Helland
En mi miedo,
tu seguridad.
En mi duda,
tu aliento.
En mi egoísmo,
tu amor.
En mi rencor
tu misericordia.
En mi “yo”
tu “nosotros”.
En mi rendición
tu perseverancia.
En mi silencio,
tu voz.
En mi ansiedad,
tu pobreza.
En mi tempestad
tu calma.
En mi abandono
tu insistencia.
En mi dolor,
tu alivio.
En mi debilidad,
tu fuerza.
(José María R. Olaizola, sj)