Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. De repente sobrevino un fuerte temblor: Un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: «Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea; allí lo veréis. Éste es mi mensaje».
Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él». Jesús les dijo: «No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán».
«Quiero construirte una casa, Señor » © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«The promise fulfilled» © Autorización de San Pablo Multimedia
Apareciste cuando el alma no tenía prisa ni de llegar, ni de crecer, ni de morir. Cuando te fuiste el cuerpo no hizo balance ni de ausencias, ni de caricias, ni de preguntas. Y me dejaste una sorpresa, una certeza, un corazón. ¡Nunca te fuiste! (Benjamín G. Buelta, sj)