El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré?
El Señor es baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré?
Cuando me atacan los malhechores para tragarme vivo, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no teme; si entran en batalla contra mí, aun así yo confío.
Una cosa pido al Señor, es lo que busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida; contemplando la belleza del Señor, observando su templo.
Él me guarecerá en su cabaña a la hora del peligro; me esconderá en lo escondido de su tienda, me alzará sobre la roca. Entonces levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca. En su tienda ofreceré sacrificios entre aclamaciones, cantando y tañendo para el Señor. Escucha, Señor, mi voz que te llama, ten piedad de mí, respóndeme.
Buscad mi rostro.
Mi corazón dice: Yo busco tu rostro, Señor, no me ocultes tu rostro.
No apartes con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me rechaces, no me abandones, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me acogerá. Indícame, Señor, tu camino, guíame por un sendero llano, pues me están espiando; no me entregues a la saña de mis rivales. Se levantan contra mí testigos falsos, acusadores violentos. Yo, en cambio, espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
«Como un niño» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«ReStrung» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
En tiempo de gracia te respondo, en el día oportuno voy a auxiliarte. Yo te defiendo, y hago contigo una alianza para restañar las heridas, para darte una tierra en la que vivir. En tu vida quizás hay prisiones. Pero yo te llamo a la libertad. Sal. Hay a veces oscuridad en tu horizonte. Pero Yo te digo, ven a la luz. La luz soy yo. La vida es un camino. Yo seré tu guía, y podrás alimentarte, podrás protegerte de las inclemencias del tiempo, porque yo te conduzco. Te ayudaré a encontrar tu ruta a través de las dificultades. Haré más accesible el sendero. Y te irás encontrando con otras personas como tú, de todos los lugares, de todas las edades, de todas las tierras…
Alégrate, canta, sonríe, celebra la vida. Porque yo te consuelo y me compadezco de tus extravíos y tus momentos de desazón. A veces sentirás que no estoy. Pensarás que te falto, y podrás creer que te he abandonado. Pero, escúchame. ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues incluso si ella se olvidara, yo te quiero más aún. Yo nunca, nunca te olvidaré.
(Rezandovoy)